Censura y parecer que dio el Beato Padre sobre el espíritu y modo de proceder en la oración de una religiosa carmelita descalza. Segovia 1588-1591[1].

En este modo afectivo que lleva esta alma, parece que hay cinco defectos para juzgarle por verdadero espíritu.

Lo primero, que parece lleva en él mucha golosina de propiedad; y el espíritu verdadero lleva siempre gran desnudez en el apetito.

Lo segundo, que tiene demasiada seguridad y poco recelo de errar interiormente, sin el cual nunca anda el espíritu de Dios para guardar al alma de mal, como dice el Sabio (Prov, 13).

Lo tercero, parece que tiene gana de persuadir que crean que esto que tiene es bueno, y mucho; lo cual no tiene el verdadero espíritu, sino por el contrario, gana que lo tengan en poco y se lo desprecien, y él mismo lo hace.

Lo cuarto y principal, que en este modo que lleva no parecen efectos de humildad, los cuales, cuando las mercedes son, como ella aquí dice, verdaderas, nunca se comunican de ordinario al alma sin deshacerla y aniquilarla primero en abatimiento interior de humildad: y si este efecto le hicieran, no dejara ella de escribir aquí algo, y aun mucho de ello: porque lo primero que ocurre al alma para decirlo y estimarlo son efectos de humildad, que cierto son de tanta operación que no los puede disimular. Que aunque no en todas las aprehensiones de Dios acaezcan tan notables; pero éstas, que ella aquí llama unión, nunca andan sin ellos. Quoniam aniequam exaltetar spiritus humiliaiur (Prov. 18, 12), et: Bonum mihi, quia humiliasti me (sal. 118, 71).

Lo quinto, que el estilo y lenguaje que aquí lleva no parece del espíritu que ella aquí significa; porque el mismo espíritu enseña estilo más sencillo y sin afectaciones ni encarecimientos, como este lleva: y todo esto que dice dijo ella a Dios y Dios a ella, parece disparate.

Lo que yo diría es que no le manden ni dejen escribir nada de esto, ni lé dé muestra el confesor de oírselo de buena gana, sino para desestimarlo y deshacerlo; y pruébenla en el ejercicio de las virtudes a secas, mayormente en el desprecio, humildad y obediencia, y en el sonido del toque saldrá la blandura del alma, en que han causado tantas mercedes: y las pruebas han de ser buenas, porque no hay demonio que por su honra no sufra algo.


[1] El motivo de haber dado el Santo esta Censura lo refiere el Padre José de Jesús María, en la Historia que de él escribió (libro I, cap. 35). Había una Monja Carmelita Descalza (cuyo convento no se nombra) que experimentaba en la oración efectos extraordinarios. Examinaron su espíritu algunos letrados de diferentes Órdenes y lo aprobaron por bueno. La habló también el Padre Nicolás de Jesús María (Doria), Vicario General de la Descalcez, y no satisfaciéndose de su espíritu (Fray Jerónimo, Historia del Venerable Padre Fray Juan de la Cruz, lib. VI, capítulo 7.°), quiso que el Místico Doctor (entonces Definidor primero de la Orden), por el don reconocido que tenía de discernir los espíritus, diera su dictamen sobre el particular. Para esto mandó a la religiosa que escribiese lo que por ella pasaba y los sentimientos que aquellas cosas dejaban en su alma, cuyo papel remitió al Santo, al pie del cual escribió esta célebre Censura, la que por sí sola basta para acreditarle de gran Maestro de espíritu.