GRADOS DE PERFECCION
- No hacer un pecado por cuanto hay en el mundo, ni hacer ningún venial a sabiendas, ni imperfección conocida[1].
- Procurar andar siempre en la presencia de Dios, o real, o imaginaria, o unitiva, conforme con las obras se compadeciere.
- No hacer cosa ni decir palabra notable que no la dijera o hiciera Cristo si estuviera en el estado que yo estoy y tuviera la edad y salud que yo tengo.
- Procure en todas las cosas la mayor honra y gloria de Dios.
- Por ninguna ocupación dejar la oración mental, que es sustento del alma.
- No dejar el examen de conciencia por las ocupaciones, y por cada falta hacer alguna penitencia.
- Tener gran dolor por cualquier tiempo perdido o que se le pasa en que no ame a Dios.
- En todas las cosas altas y bajas tenga por fin a Dios, porque de otra manera no crecerá en perfección y mérito.
- Nunca falte en la oración, y cuando tuviere sequedad y dificultad, por el mismo caso persevere en ella, porque quiere Dios muchas veces ver lo que tiene en su alma, lo cual no se prueba en la facilidad y gusto.
- Del cielo y de la tierra siempre lo más bajo y el lugar y oficio más ínfimo.
- Nunca se entremeta en lo que no le es mandado ni porfíe en cosa alguna, aunque sea el que tiene razón. Y en lo que le fuere mandado, si le dieren el pie (como dicen) no se tome la mano, que algunos se engañan en esto, entendiendo que tienen obligación de hacer lo que nada les obliga si bien lo mirasen.
- De las cosas ajenas, buenas o malas, nunca tenga cuenta, porque, allende del peligro que hay de pecar, es causa de distracciones y poco espíritu.
- Procure siempre confesarse con mucho conocimiento de su miseria y con claridad y pureza.
- Aunque las cosas de su obligación y oficio se le hagan dificultosas y acedas, no desmaye por entonces en ellas, porque no ha de ser siempre así, y Dios, que prueba el alma fingiendo trabajo en el precepto (Sal. 93, 20 ), de allí a poco le hará sentir el bien y ganancia.
- Siempre se acuerde de que todo lo que por él pasare, próspero o adverso, viene de Dios, para que así ni en lo uno se ensoberbezca ni en lo otro desmaye.
- Acuérdese siempre cómo no ha venido más de a ser santo, y así no admita reinar cosa en su alma que no encamine a santidad.
- Siempre sea amigo más de dar a otros contento que a sí mismo, y así no tendrá envidia ni propiedad acerca del prójimo. Esto se entiende en lo que fuere según perfección, porque se enoja Dios mucho contra los que no anteponen lo que a él place al beneplácito de los hombres.
Soli Deo honor et gloria.
[1] Esta serie de avisos, tradicionalmente conocidos por el título adoptado en la edicón, pudieran formar parte de las series reunidas antes de las Cautelas. Se cree que estos avisos se entregaron al destinatario como complemento de los cuatro «Avisos a un religioso».